Vereda Nueva
Vereda Nueva es el
nombre que asumió definitivamente el primitivo Corralillo
Nuevo que a partir de la primera década del siglo XVIII, ocupaba una
posición geográfica excepcional. Sus tierras, taladas de antaño por los
leñadores, lentamente se fueron convirtiendo en feraces campos de cultivo donde
florecían los naranjos que adornaban los jardines de las casas. Era
indudablemente una de las más ricas parcelas de Cuba.
Así describe, José Rivero Muñiz
en el Libro Vereda Nueva, esa tierra de
gente humilde, dispuesta a socorre al necesitado. Amanecer allí cada mañana, me
hace sentir orgullo de mis orígenes. Despertar con el canto de los gallos y el
ajetreo constante de los gorriones es uno de las maravillas del lugar. Ahora me
niego a borrar de mis recuerdos los tiempos en que abría mis alas entre los campos
de mandarina, naranja y limones para sentirme libre. Me niego a olvidar el
momento de correr por los callejones con
una docena de muchachos en busca de un sitio para esconderme después de haber tocado
la puerta de un vecino, escuchar los cuentos de Mino sentada en una butaca
comiendo las guayabas más dulces que conozco y formar un equipo de pelota con
niñas para que Roberto Zulueta, nuestro Tito, pudiera entrenar. Estás escenas jamás se apartaran de mi memoria
porque soy guajira y crecí con olor a hierba en mi piel. Hoy camino por las
calles este pueblo, aun encuentro carros de caballos, tractores, bicicletas y
hasta chivos que halan carritos para entretener a los niños, así es Vereda
Nueva, una pequeña porción de tierra cubana que nació al intensificarse el tráfico entre Vuelta
Abajo y La Habana con el fin de ahorrar tiempo y acortar distancias. Con bohíos
de yaguas y guano se instalaron los primeros pobladores y se brindó posada a
los arrieros que transportaban las mercancías. Una rica historia ha
transcurrido por Vereda, el ayer no es igual al hoy pero siempre habrá un
veredano dispuesto a pintar los parajes del lugar.
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