El emigrante



Como cada marzo regresa a Vereda Nueva el emigrante solo para volver a nacer. No lleva equipaje ni trae regalos para nadie. Viene con el corazón encogido pero feliz, revive recuerdos y se emociona más que un niño cuando recibe un juguete nuevo.

Así se le ve a Lázaro Milagros, el Veredano del Ariguanabo, El Conde para otros, para mí, el ángel de la alegría. Un hombre sencillo, travieso, jueguetón y muy bromista, cualidades que heredó de su madre. Tiene el cariño de todos porque regala alegría. Siempre con chistes y jocosidades rompe el aburrimiento. La avenida 91, justo en la esquina de la calle 30 lo vio crecer y hacerse un hombre. El amor lo llevó a San Antonio de los Baños donde encontró su segunda casa. También allí, tiene hogar, amigos y una esposa que por capricho del destino o tal vez un Milagro lleva igual  nombre. Por más de 25 años la Villa del Humor lo acoge y Vereda lo reclama como madre protectora que se niega a abrir la distancia entre su hijo.

La nostalgia por su pueblo y la gente que lo quiere le inquietan el alma de migrante razón por la que todos los meses planifica visitas sorpresivas, se sabe q vendrá pero nunca cuando. Recorre las calles, visita a familiares, abraza a amigos, se inclina ante los ancianos y respira profundo el aire fresco del mejor parque que conoce su mundo. Se nutre de vida, recibe afecto y armonía, con lo que alimenta su espíritu.

Y siempre espera la llegada de marzo, mes donde hace honor a los años que escala. Para él no existe mejor fecha. Porque planifica una fiesta deportiva donde logra reunir a los amigos veredanos y ariguanabenses, a los de antes y ahora, a la gente q lo conoce y sabe de pasión por la vida, por las buenas amistades y su pueblo natal.

Los reúne a todos en la casa de los jóvenes, el terreno de beisbol de Vereda, besa la tierra, huele la hierba y organiza un juego de pelota. En las gradas lo acompañan los tambores del Ariguanabo, las trompetas, los timbales y se baila a ritmo de conga. Se brinda con ron y caldosa. Se leen comunicados, recuerdan a los que ya no están y reparte diplomas de reconocimiento. Nadie pierde, todos ganan. Se disfruta sanamente y existe derroche ternura.

Cuando termina este sano espectáculo comienza la conga arrollando entra las calles de Vereda, siempre llora ante su casa, saluda a todos, llega al parque realiza ofrendas en el busto de las madres, vuelve a llorar y baila su música esa que la vida le regala para devolverle energía y alimentar su alma de emigrante. 

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