Silvio, el demente que da luz
Con
un paso marcial, cual soldado en plenas condiciones se puede ver su figura. Esa figura que anda por las calles de
Vereda Nueva, Caimito o San Antonio de los Baños. Siempre educado, con un
saludo cordial para los que tropieza en el camino. Pidiendo agua en cualquier
casa, con preguntas para no aburrirse, preocupado por los enfermos y solidario
con los que padecen. Su rostro desgastado por los años siempre regala una
mirada tierna que se pierde, allá, en lo profundo de su ser. Escasos son los
dientes en su boca, diamantes manchados que matizan una sonrisa ingenua como si
fuese un niño.
Así
es Silvio, sencillo y humilde, un hombre
que quedó en el tiempo. Desde la primera edad escolar se vio dotado de
inteligencia, aplicado estudiante y fiel lector de cuanto texto llegaba sus
manos. Después de haber estudiado hasta el duodécimo grado en la Facultad Obrera
Campesina y tener un trabajo fijo en la textilera Ariguanabo, allí, continuaba
los estudios y hacía tela en las máquinas de hilar. Esa fue su vida; llena de
esperanza y deseos de vivir hasta que la
esquizofrenia se asomó en su cabeza.
Bajo
la protección de su madre quedó hecho un niño por siempre; dependiente de sus
mimos y la más estricta atención médica para que la locura no molestara a su
hijo amado. Hoy, ella no está; reposa entre las flores. Él multiplica la fe en
varios santuarios, católico los sábados y evangelista los domingos para creer
en un solo Dios, esperanzado en el bien de la humanidad.
Para
los que lo conocen es, aquel que amanece en el correo con el propósito alcanzar
uno de los primeros periódicos; aquel que hace mandados desenfadadamente a
cambio de un sorbo de café o un simple gesto de gratitud; aquel que divulga,
cuando tiene ganas, el destino de los taxis.
Verlo
sobrevivir encoje el corazón, escucharlo hablar con tranquilidad, engrandece el
alma. Tanto perdió en el mundo, Silvio, el demente más lúcido que he conocido
que a veces siento su inigualable claridad de pensamiento.
Y yo
eterna enamorada de la palabra para premiar su actitud admirable sólo me atrevo
a tomar prestadas las líneas de FayadJamís… “con tantos palos que te dio la
vida y no te cansas de decir, te quiero.”
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