Rubén, experiencia y vejez.
No es raro después de las 6 de la tarde,
encontrar a Rubén sentado en el portal de la casa de su hijo, esperando
disfrutar de un buen café en compañía de sus nietas. Quienes hacen de él lo que
sea ya que confiesa estar encantado con sus niñas. Al terminar la faena sale a
visitar a las pequeñas para aliviar el agotamiento que le causa a sus 65 años
el trabajo de la carpintería.
Cuenta
Rubén Díaz Reyes, carpintero que labora en el taller La Puntilla, de Vereda
Nueva, en el municipio de Caimito; que este oficio lo adquiere en una segunda
etapa de su vida, después de iniciarse el período especial en nuestro país. Al
presentarse limitaciones con el combustible, se dificultó el servicio de transporte
para trabajadores e imposibilitándole continuar viajando a la fábrica de fundiciones
“Capitán Orestes Acosta” del reparto Abel Santamaría en el Wajay; centro en el
que laboraba hacía más de 30 años. Allí era mecánico modelista, y se encargaba
de diseñar y confeccionar los moldes para fundición, una profesión que requiere
de un análisis cauteloso, precisiones muy exactas, amplios conocimientos de la
tecnología de la fundición, del moldeo,
del coeficiente de contracción de los metales y conocimientos de dibujo
mecánico y tecnología de la madera.
Una
rica experiencia acumulada, él, se ve afectada por los problemas que surgieron
en Cuba. Un elevado número de centros productores cierran sus puertas, gran
parte de la gama de piezas que se producían, dejan de fabricarse. En aquel
instante, decide buscarle otro rumbo a su vida. Siendo el momento de comenzar a
trabajar en el taller La puntilla, situado en el lugar que lo vio nacer.
Allí
inicia como administrador de la unidad, casi debe aprender un nuevo oficio que
no le fue difícil por los conocimientos
adquiridos, durante ese tiempo, cumplió seriamente con su cargo,
sobrecumpliendo con el plan de entrega anual. Así transcurren 10 años en los
que preparó a un joven que iba adquiriendo todo el conocimiento que le fuera
posible asimilar. Hoy los papeles se han invertido en el taller pues el alumno
es quien administra y Rubén ocupa la plaza de carpintero A.
Para
él, pasó el tiempo, pero no olvida, su fábrica querida, los amigos que allí
dejó, los retos que enfrentó con el compás y las reglas, que muchas veces tuvo
que dejar en la oficina y resolverlos en la madrugada o cuando se sentaba en
portal a descansar. Añora aquel tiempo pasado, ahora espera paciente la llegada
de los años que limitarán sus fuerzas. Continúa repartiendo conocimientos y
amor a toda su familia. Así asume la vejez.
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